- Marta Castro y Ana María Henao
Cuatro dimensiones del cuidado con enfoque de género

#ElCuidadoSostieneLaVida es una de las premisas que orienta el trabajo sobre cuidado en DescLAB. En esta nota resaltamos algunos puntos sobre las dimensiones del cuidado y su conexión con el enfoque de género.
1. La ética del cuidado
Generalmente, en Suramérica se vincula el cuidado con las nociones de responsabilidad y obligación. En la región prevalece el enfoque familista, pues aún persiste la idea de que todo vínculo familiar crea una obligación. Sin embargo, esta responsabilidad recae principalmente en las mujeres y niñas de las familias. Por lo tanto, desde una mirada ética, es necesario cuestionar los roles de género socialmente asignados y las responsabilidades intrínsecas que esta mirada conlleva.
¿Quiénes son responsables del cuidado en las familias o parejas? ¿Brindamos cuidados asumiendo una responsabilidad de manera autónoma o estamos respondiendo a obligaciones de género heredadas?
Además, el cuidado implica un compromiso con otra persona, la creación y reciprocidad en un vínculo de confianza. Cuando estas dos nociones no son centrales, ¿el cuidado se está brindando de la mejor manera? No solamente debemos aludir a estas categorías de “bien” o “mal” desde lo moral, sino también aterrizarlas a contextos en los cuales el cuidado es invisible y es realizado en su mayoría por mujeres, en condiciones indignas y asfixiantes, sin ningún apoyo psicológico ni económico.
Para nosotras en DescLAB es central pensar el cuidado vinculado al envejecimiento, y los momentos de enfermedad y la vejez, con el objetivo de hacer un llamado a cuestionar nuestra capacidad de toma de decisiones sobre nuestro sistema de cuidado. Para ello debemos preguntarnos: ¿quiénes participan en mi cuidado?, ¿yo decido sobre quiénes me cuidan si algún día requiero apoyos? y ¿cómo imagino mi red de cuidados para el envejecimiento?
2. La economía del cuidado
En Colombia –y en otros lugares– pensadoras y activistas han cuestionado la invisibilización de los trabajos de cuidado, sus aportes a las sociedades en su nivel familiar y comunitario e incluso en los aportes a las personas en su vida cotidiana. La economía del cuidado ha tenido diferentes apuestas por el reconocimiento de las labores de cuidado en las economías de los Estados y que sean considerada en los índices de medición como aportes al producto interno bruto.
En su mayoría, el trabajo del cuidado es un trabajo no remunerado, asociado a temas afectivos o familiares. Por lo tanto, una de las apuestas también es reconocer su carácter de trabajo, el esfuerzo que conlleva y las horas que dedicamos a su realización. Este reconocimiento se reflejaría en el salario digno como pago a las actividades de cuidado. Esta acción se ve como una alternativa a la falta de reconocimiento del cuidado y un camino para fortalecer la autonomía de las mujeres.
En este punto queremos resaltar que la autonomía de las mujeres es un factor protector para su vida e integridad personal, especialmente, para quienes permanecen en entornos violentos limitadas por la falta de recursos para resolver sus necesidades básicas. La economía del cuidado nos invita a entender la correlación entre lo público y lo privado, pues es en el mundo de lo privado donde se sostiene la vida y se generan aportes para la socialización de las memorias y aquello que entendemos como valioso.
3. La política del cuidado
La relación entre lo público y lo privado para pensar el cuidado también se expresa en los ámbitos donde debemos discutir y generar decisiones políticas que revaloricen el cuidado como un bien colectivo. Si el cuidado sostiene la vida y la economía, necesitamos políticas públicas que lo reconozcan, lo dignifiquen y lo visibilicen.
En la noción política del cuidado también se incluye la crítica a sistemas opresivos que perpetúan la desigualdad social. Por lo tanto, es necesario generar diálogos sobre el rol central de mujeres migrantes, mujeres indígenas y afrodescendientes, mujeres víctimas de desplazamiento forzado y del conflicto armado y mujeres empobrecidas en los cuidados. Es necesario visibilizar, reconocer y generar mecanismos participativos que pongan en el centro sus voces para avanzar en la política nacional de cuidados.
La política del cuidado implica pensar en lo común, en lo colectivo y en la interdependencia, alejándonos del individualismo.
La política del cuidado implica pensar en lo común, en lo colectivo y en la interdependencia, alejándonos del individualismo. La protección de bienes colectivos como una expresión del cuidado que no se limita al reconocimiento en un sistema de intercambio monetario. Así, la política del cuidado no sólo es un tema de gobierno, sino que es un tema social, comunitario y colectivo.
4. El cuidado en su dimensión jurídica
La ciudadanía debería involucrarse en ampliar la protección de la vida, como aquello que nos es común. Esta protección implica generar normas y ampliar el espectro de las ya existentes para que reflejen las necesidades de quienes reciben cuidados como los niños/as, las personas mayores o las personas que requieren algún tipo de apoyo diariamente. Además, debemos seguir trabajando para que el cuidado como derecho disponga herramientas que mitiguen los efectos de la división sexual del trabajo, situación que perpetúa la desigualdad de género.