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  • Marta Castro y Ana María Henao

El cuidado sostiene la vida: una nueva estrategia DescLAB


Las investigaciones sobre las brechas de género sostenidas por una desigual distribución del cuidado son numerosas. Con la pandemia por el COVID 19, estas brechas y sus impactos salieron a la luz para que cuestionemos el modelo de cuidado aislado, individualista y ejercido en su gran mayoría por mujeres y niñas.


En DescLAB decidimos impulsar una estrategia de investigación e incidencia sobre el derecho al cuidado, guiadas por la necesidad de llevar los asuntos vistos como privados, al ámbito público, político y de derechos humanos.


En los imaginarios sociales aún prevalece la idea de que el cuidado lo debe proveer la familia, lo que muchas veces genera que éste recaiga sobre las mujeres. Pero, quisiéramos iniciar por cuestionar estas ideas tan arraigadas para proponer una conversación sobre lo que implica la interdependencia, el trabajo en red y las responsabilidades del Estado frente a nuestro cuidado.


En las Américas, hemos mapeado discursos que cada vez reconocen más el trabajo que implica el cuidado, anunciando reformas para proteger a cuidadores y a las personas que requieren cuidado, como los niños y niñas, las personas adultas mayores, las personas con discapacidad que requieren apoyos y las personas con diagnósticos de enfermedades crónicas o agudas. En Colombia, el cuidado adquirió una dimensión electoral y política, por ser una de las banderas de la vicepresidenta Francia Márquez al comprometerse con la puesta en marcha del Sistema Nacional de Cuidados. En Chile, se incluyó en el texto de la Constitución que fue votada en plebiscito el derecho al cuidado.


Si bien reconocemos que a nivel político y a nivel de investigación económica se ha venido avanzando -sobretodo luego de la pandemia- consideramos que el enfoque que debe prevalecer en la puesta en marcha de políticas públicas sobre la materia es un enfoque de derechos humanos. Este enfoque garantizará que el cuidado sea entendido como un derecho de quien lo recibe y de quien lo otorga y también impulsará el reconocimiento de su valor social y económico así como el beneficio común que este genera.


Bajo esta mirada, reconocemos que a nivel legal en Colombia se han dado avances, sobretodo para reconocer el cuidado como una forma de trabajo no remunerado ejercido en su mayoría por mujeres y niñas. Sin embargo, consideramos que el debate público debe sustentarse en la idea del cuidado como un derecho fundamental, sin el cual nuestra sociedad no podría funcionar. Por este motivo, nuestra campaña girará entorno a que el cuidado sostiene la vida y por tanto, hace parte de manera autónoma de nuestros derechos económicos, sociales y culturales.


Para iniciar esta investigación, presentaremos en un primer momento los hallazgos sobre la interpretación que ha dado la Corte Constitucional sobre el tema y las preguntas que de ésta se deriva. Además, presentaremos el panorama del cuidado desde la óptica de los estándares internacionales de derechos humanos para esbozar algunas respuestas sobre si el cuidado es reconocido como un derecho o una obligación, quiénes intervienen en el cuidado, cómo se deberían elaborar políticas del cuidado con enfoques de género, étnico, de discapacidad, entre otros.


Por último, consideramos necesario reconocer que las experiencias de las mujeres y niñas están mediadas por factores económicos, étnicos, de discapacidad, de movilidad humana, que hacen que su vida se impacte de manera diferencial si debe asumir labores de cuidad. Por esta razón, DescLAB propone visibilizar desde sus propias voces, las experiencias de mujeres migrantes o refugiadas y mujeres víctimas del conflicto armado que asumen labores de cuidado en sus familias.


Queremos aportar a la reflexión sobre los matices que tiene el cuidado, tanto para reconocer el trabajo de mujeres que han sido amas de casa y cuidadoras de sus familias y comunidades, aquellas personas que asumen la sobrecarga al sumar tareas de cuidado con otros trabajos remunerados ante la falta de herramientas sociales y estatales que asuman al cuidado como parte de la responsabilidad colectiva.


El cuidado hace parte una apuesta de transformación política que reconozca y visibilice el papel de las mujeres en espacios que aún siguen estando ligados a una menor asignación de valor social, político y económico. Y poder generar el reconocimiento de una realidad que no solo nos es cercana, sino que hace parte de un llamado a la solidaridad.


Pensar en el derecho a recibir y brindar cuidados nos lleva a pensarnos otras formas sociales donde primen los conceptos de interdependencia y vida digna.


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