Lucas Correa
La Convención Interamericana sobre Personas Mayores: 4 oportunidades para hacer algo diferente

La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores es quizás el más reciente instrumento internacional específico y abre la puerta para avanzar en la protección de los derechos humanos de las personas mayores de hoy y del futuro. Data del 2015 y lentamente ha sido discutido y ratificado por algunos Estados del continente americano, se trata de un logro, pero también de un reto enorme.
Tener una Convención de derechos no hace que la realidad cambie o se transforme automáticamente, no hace que los estados avancen en la dirección correcta, tampoco asegura que haya más y mejores recursos, no fortalece automáticamente los movimientos sociales. Una convención es una hoja de ruta, una guía, un camino para la movilización social, no es nunca un punto de llegada, es siempre un punto de partida.
En esta nota compartimos algunas oportunidades para usar este tratado internacional como una herramienta de movilización y fortalecer las agendas y reclamos de las personas mayores de hoy y del mañana en el continente americano.
Oportunidad 1. Una oportunidad para desmedicalizar la vejez y el envejecimiento.
La vejez y el envejecimiento han estado dominadas por el lenguaje y las lógicas de lo médico. Estos han nombrado a las personas mayores como enfermas, frágiles, y al envejecimiento como un proceso de deterioro, de decadencia. Por supuesto no es el único lenguaje ni la única lógica en torno al tema, pero sí la más prevalente, la más poderosa y, por tanto, la más difícil de combatir, porque se disfraza con el poder de la ciencia, de lo supuestamente racional, de lo objetivo, de lo indubitable.
La Convención es una oportunidad para desmedicalizar la vejez y el envejecimiento, es una oportunidad para que la salud ocupe el lugar que le corresponde, el de la salud y se abran puertas y espacios a otras discusiones y conversaciones no mediadas por el fantasma del diagnóstico ni de la enfermedad.
El discurso de los derechos humanos permite hablar de igualdad y de discriminación como un asunto social, de educación a lo largo de la vida como un asunto pedagógico, de trabajo como un asunto dignidad y de proyecto de vida, de capacidad jurídica como un asunto de reconocimiento. Todos estos son asuntos en donde los médicos han siempre opinado, pero en los que quizás deben dejar de hacerlo.
Oportunidad 2. Dejar atrás documentos sin valor jurídico y apropiarse del lenguaje y de los instrumentos de derechos humanos.
Por supuesto la Convención no surgió de la nada, durante décadas el movimiento global de personas mayores construyó documentos de agenda política internacional (como el plan de acción de Madrid, los principios de Naciones Unidas, las estrategias de la OMS, entre otras). Estas apuestas tienen sus logros, seguramente, pero tienen una falla común: dependen de la entera voluntad de los Estados para ser una realidad, no hablan el lenguaje de los derechos, hablan el lenguaje de la política y la diplomacia internacional, un lenguaje muchas veces lleno de buenas intenciones, pero de pocas acciones contundentes. El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, dice el dicho popular.
La Convención nos presenta la oportunidad de apropiarnos del lenguaje de los derechos y de los instrumentos para hacerlos efectivos. Esto, sin duda, es mucho más efectivo que hacer planes de acción, enunciar metas y prioridades abstractas o reunirse cada tanto en ciudades del mundo a contemplar lo poco que hemos avanzado.
Entre muchas otras cosas, debemos:
Agenciar el conocimiento de los derechos por las personas mayores de hoy y del mañana, fortaleciendo la idea de ciudadano y superando la idea del sujeto receptor de programas o ayudas sociales.
Abordar los problemas sociales en clave de vulneración de derechos humanos, no en clave de necesidades insatisfechas.