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  • Foto del escritorEquipo EscuelaParaTodos

Huir de la oferta especial: 10 pistas para entender por qué no es educación

Actualizado: 12 jul 2019



Las familias escuchan con frecuencia que sus hijos e hijas con discapacidad no aprenden y no deben ir a la escuela regular. Muchas veces desde el parto, los médicos, al identificar la discapacidad dicen, sin conocimiento alguno, que van a tener un niño para siempre, un angelito, uno que no debe ir a la escuela, que no va a terminar el bachillerato, menos ir a la universidad, que si acaso va a vivir 10 años.


Luego el sistema educativo se encarga de poner las barreras. Desde el mismo jardín infantil, profesoras y psicólogas le recomiendan a las familias buscar instituciones especializadas para niños y niñas con discapacidad, donde haya, aparentemente, profesionales capacitados para atenderlos y, en donde estén rodeados de personas como ellos. Allá, supuestamente, va a estar mejor. A veces, otras familias hacen lo suyo, juzgan que los niños con discapacidad son peligrosos, que lo que tienen es contagioso, que hacen todo más lento.


Y algunas familias caen en la trampa de la oferta especial. Es difícil no caer, cuando la oferta inclusiva está lejos de ser óptima, y en lugar de acoger e incluir a los niños y niñas en escuelas regulares, logran excluirlos o segregarlos. El reto de las familias es luchar, no desfallecer, exigir la inclusión y prevenir a toda costa la segregación en ofertas especiales. Esto no es fácil, pero vale la pena en el largo plazo. El día en que la educación sea perfectamente inclusiva y se hayan superado las barreras no está cerca, quizás no llegue nunca. En el entre tanto hay que nadar y empujar la maleta, es decir: estar presentes en la escuela y exigir que el proceso sea cada vez mejor.


Pista 1. No son escuelas, allí no hay educación. Las mal llamadas “escuelas especiales” no son escuelas, no prestan el servicio público de la educación. En estos lugares se prestan terapias, servicios de rehabilitación y de cuidado, pero no son educación.


¿Qué significa esto? La mayoría son instituciones prestadoras de servicios de salud (IPS) o fundaciones, pero no colegios. No tienen un proyecto pedagógico, no tienen una apuesta curricular, no hay grados, no hay competencias, no hay derechos básicos de aprendizaje, no hay áreas del conocimiento, no hay maestros.


Pista 2. ¿Hay niños y niñas que no tienen discapacidad? La respuesta es no, esos niños están en escuelas regulares. A casi ningún padre sensato se le ocurriría desecolarizar a su hijo para llevarlo a un sitio de estos, y aún así, para los niños con discapacidad lo recomiendan sin ningún temor. Así de terrible y sofisticada es la trampa. La idea de la educación es estar rodeado de personas diferentes, con y sin discapacidad, blancos, negros, ricos, pobres. Se aprende desde la diferencia y la diversidad, desde el contraste de las ideas y los puntos de vista. Nada bueno sucede en lugares donde los niños van todos juntos, todos igualitos, como pacientes, como enfermos, como ciudadanos de segunda clase.


Pista 3. ¿Hay grados escolares, evaluación y promoción? La respuesta es no, lo que hay es terapias interminables, pacientes perpetuos, niños eternos. Y ¿por qué eternos? porque el negocio de la oferta especial está en que el usuario nunca se vaya, nunca termine, siempre necesite más. A diferencia de la escuela, de la que tienes que salir algún día, preparado para la vida, a ser un ciudadano de tiempo completo, volver como egresado, con logros y experiencias.


Pista 4. ¿Hay conocimientos académicos? La respuesta es no, el foco es la rehabilitación. En algunos casos los niños y niñas aprenden cosas en esos lugares, a tender la cama, a lavar los platos, entre otras actividades, pero no aprenden lo mismo que se aprende en la escuela regular. Y no es que el centro de la educación inclusiva sea adquirir conocimiento de manera interminabl